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Responsabilidades en el hogar: un reto para niños hiperactivos

Educar es ayudar a la persona a alcanzar la capacidad de ser independiente, de valerse por sí misma, de tomar decisiones, de hacer uso de la libertad desde el conocimiento de sus posibilidades, y esto no se improvisa: es un proceso largo y costoso, que se inicia en la familia y tiene su continuidad en la escuela y otros ambientes sociales.

La responsabilidad es la capacidad de asumir las consecuencias de las acciones y decisiones buscando el bien propio junto al de los demás. Los niños deben aprender a aceptar las consecuencias de lo que hacen, piensan o deciden. Nadie nace responsable. La responsabilidad se va adquiriendo, por imitación del adulto y por la aprobación social, que le sirve al niño de refuerzo.

El niño siente satisfacción cuando actúa responsablemente y recibe aprobación social, que a su vez favorece su autoestima. Educar en la responsabilidad no es tarea fácil. Se consigue solo mediante el esfuerzo diario de padres y educadores, pero la recompensa es grande: educar adultos responsables. Las actividades del hogar son importantes ya que permiten preparar al niño, no sólo en los aspectos sociales, sino también como una preparación previa de las responsabilidades, adaptaciones y exigencias de la inserción laboral.

                       TDAH RESPONSABILIDAD HOGAR

¿Cómo ayudar al niño en casa a ser más responsable?

Asumir responsabilidades ayuda al crecimiento individual de la persona y a su relación  con otros. Mientras el niño aprende los beneficios de adquirir orden y organización como resultado de la asimilación del concepto "cooperación", también aprende a verse a sí mismo como una persona capaz de contribuir a otras personas. La mejor manera de crecer en esta área es a través de un desarrollo sistematizado, en el cual el niño logra sentirse útil y necesitado desde muy temprana edad, con la expectativa de volverse independiente y más seguro de sí mismo con el paso del tiempo.

1.Motívale
Las actividades de la vida diaria desde edades tempranas, es uno de los retos que a la mayoría de los padres y madres de familias aún les es difícil lograr. Una de las formas más eficaces para lograr que el niño alcance su independencia es motivarle, teniendo en cuenta siempre sus limitaciones y necesidades, pero siempre haciéndole sentir que él es una persona responsable que forma parte de la familia y que por tanto una de sus funciones es cooperar como uno más.
2.Refuérzale
Es muy importante  que a los niños no se les limite su participación en las actividades del hogar y hagamos de estas actividades un recurso de entrenamiento, decidle que su ayuda es importante y valiosa, de esta forma se estimula y eleva su autoestima y creatividad en otras actividades. Felicitadlo por sus logros, lo que permitirá una continuidad y un mejor desenvolvimiento en sus actividades diarias.
3.Estimúlalo
Debemos estimular sus intereses para que se involucre de manera espontánea y  voluntaria. Fomentad el diálogo respecto a las actividades que desea desarrollar y tened en cuenta tanto su edad como sus limitaciones (asignadle tareas de acuerdo a su edad). Todas las tareas domésticas en las que se disponga a colaborar, permitidle que las realice, esto le ayuda a despertar interés de cooperación.
4.Permítele cooperar
En las actividades que se realicen en el hogar, permitidle que en ocasiones tome parte de la organización de las mismas, esto le brinda un sentido de liderazgo para enfrentarse a la toma de decisiones y formar parte de grupos de trabajo. Así mismo le ayuda a desarrollar sus habilidades sociales y/o de comunicación.

Guía por edades para la exigencia de responsabilidades

No es fácil saber qué se puede exigir a un niño o hasta dónde es capaz de actuar de un modo responsable y adecuado a su edad pero, teniendo en cuenta las distintas etapas de su desarrollo, podemos señalar los siguientes niveles de capacidad:

Entre 2 y 3 años

Puede hacer algunas tareas bajo el control del adulto. Todavía no comprende lo que hace bien o mal y obra de acuerdo a mandatos y prohibiciones porque no posee autocontrol. Colabora con el adulto en ordenar y guardar sus zapatillas, su pijama, regar las flores y hacer algunas tareas concretas como poner y recoger las servilletas, etc.

Entre 3 y 4 años

Observa la conducta del adulto y la imita. Actúa en función del premio o el castigo. Ya va siendo capaz de controlarse y de tener orden en sus cosas. Colabora en guardar juguetes y los debe recoger. Puede poner algunas cosas fáciles en la mesa como el plato y los cubiertos, etc. Se desnuda solo y se viste con ayuda. Aprende a compartir las cosas y a esperar su turno. Muestra interés creciente por jugar con otros niños.

Entre 4 y 5 años

Sigue observando e imitando al adulto. Necesita que le guíen pero tiene deseos de agradar y servir y por eso suele tener iniciativas responsables como vestirse, recoger sus juguetes, controlarse en un espectáculo, etc. Ya puede dársele alguna responsabilidad: poner la mesa, ocuparse de algún recado dentro del entorno familiar. Puede cuidar a hermanos pequeños durante algún rato, estando un adulto cerca. Debe dejar ordenados los objetos que usa. Es bastante autónomo en la comida y en su cuidado personal se calza, se lava y va al baño solo.

Acepta los turnos en el juego, aunque no siempre los respeta. Suele asociarse con dos o tres niños para jugar y entabla las primeras amistades.

Entre 5 y 6 años

Ya ha aprendido bastantes conductas y, aunque necesita que la persona adulta le diga lo que debe o no debe hacer, conviene presentarle dos opciones, para que elija. Puede ser responsable de tareas domésticas sencillas: limpiar el polvo, recoger la mesa, preparar su ropa para vestirse, buscar lo que necesita para una actividad concreta. No hay que olvidar que el niño sigue imitando y que es exigente en la aplicación de la norma para todos. Le agrada ayudar y cumplir encargos y recados sin cruzar la calle o pasar por lugares peligrosos.

Juega en grupos de tres o más y sigue reglas sencillas. Intenta ser autónomo y puede rebelarse frente a las presiones de los adultos en asuntos como disciplina, autoridad y normas sociales. A partir de los cinco años comienza a despertar la intencionalidad, asimila algunas normas y se comporta de acuerdo con ellas.

Entre 6 y 7 años

Con control y ayuda para evitar descuidos involuntarios, puede y debe prepararse los materiales para realizar una actividad. Comienza a ser capaz de controlarse en desplazamientos muy conocidos y próximos tales como el colegio, la casa de amigos que vivan en el mismo bloque de viviendas, casa de algunos familiares, etc. Puede disponer de algún dinero semanal y aprender a administrarlo, sabiendo que, si lo gasta, deberá esperar a la semana siguiente para recibir una nueva paga. Todavía se guía por las normas y hábitos del adulto: identifica el bien con lo mandado y el mal con lo prohibido o lo que enfada al adulto.

Cumple las órdenes al pie de la letra, generalmente hasta los ocho años. Puede controlar sus gastos con más facilidad. Tiende a formar grupos de relación con compañeros del mismo sexo. Aprende costumbres sociales relacionadas con el saludo, la despedida, el agradecimiento, etc. Actúa de forma responsable si se le ofrecen oportunidades para ello. Tiene el deseo de ser bueno y, si no lo es, culpa a los demás o a las circunstancias porque no soporta que le consideren malo. Va adquiriendo la noción de justicia y comprende las normas morales mediante ejemplos concretos.

A los 8 años

Comienza a adquirir autonomía personal y puede controlar sus impulsos, en función de sus intenciones. Le atrae el juego colectivo y coopera en grupo. Es capaz de organizarse en la distribución del tiempo, del dinero y de los juegos. Todavía precisa alguna supervisión. Pueden dársele responsabilidades diarias: preparar el desayuno, bañarse, acudir solo al colegio, etc. Empieza a distinguir la voluntad del adulto de la norma y es consecuente en su conducta. Sabe cuándo y cómo debe obrar en situaciones habituales de su vida. La actuación de las personas adultas es decisiva, dado que si persiste una presión autoritaria el niño se hace dependiente, sumiso y falto de iniciativa. Si, por el contrario, se obra de forma permisiva, el niño se convertirá en una persona caprichosa e irresponsable. Así pues, se hace imprescindible una actitud que favorezca la iniciativa y mantenga la exigencia.

BIBLIOGRAFÍA

¿Cómo ayudar a mi hijo en casa?. Instituto para el desarrollo y la innovación de la educación inclusiva IDIE (2009).

 
 
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